martes, 18 de febrero de 2014

Precipitarse al vacío

Nadie sabe lo que ocurre en la mente de una persona cuando decide que quiere acabar con todo.
Antes: Nadie lo ve venir ( o no quieren verlo)
Después: Todos le culpan y tachan de egoísta.

Eran muchos los motivos que impulsaron a la joven a intentar dar fin a su vida de aquella manera. Era cobarde, no tenía agallas para seguir luchando por aquello que más quería y que, tiempo atrás, había valorado sin darse cuenta.

Todo acabaría rápido. Tal vez sufriese, pero seguro que no se comparaba al dolor que la ahogaba y que día a día la consumía. Su familia sabría vivir sin ella. Eran fuertes y nunca le habían dado a importancia a ella y a sus constantes caprichos. Claro, para ella no eran caprichos. Querer tanto a una persona, a pesar de que cada día recibiese menos de lo que daba.se lo merecía, pensaba. No era lo suficiente para él y lo sabía. Pero le amaba tanto que aun así intentaba cada día superarse a sí misma para que él fuese feliz. Estaba cansada.

Su garganta estaba encendida en las llamas de ahogar cada día su llanto desesperado. Sus labios sonreían cuando sus ojos no hacían más que llorar por dentro.

Había buscado ayuda en un intento rápido porque nadie se percatase de sus ideas destructivas. 
Cada día pensaba que de nada servía todo lo que hacía, que se había acabado el sentido de todo.

Echaba de menos los tiempos en los que era feliz contemplando una carrera de caracoles y su única preocupación era si el suyo ganaría. Nunca ganaba y ahora lo entendía todo. Siempre había sido un fracaso en todo, por mucho que se esforzase, siempre le salía todo mal.

 Aquella joven se encontraba tan sola, tan desamparada. Se preguntaba día sí y día también, ¿qué sentido tenía su existencia?. Nadie echaría de menos a tan poca cosa. Al fin y al cabo, nadie parecía molestarse en preguntarle, ¿qué tal su día?, ¿qué había desayunado esa mañana?, ¿qué tal si nos vamos de vacaciones?. Nadie. Ella era nadie y no le importaba a ningún ser vivo que compartía su gratificante vida con la suya, que era tan miserable.

Y así, tras pensar que sus hijos vivirían mejor sin ella estorbando en sus caminos, se precipitó al vacío.

Y nunca más regresó...

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Martasky