viernes, 10 de enero de 2014

La fabrica de los sueños.

Era mi primer día en aquella ciudad desconocida. Las clases en  la universidad no eran como yo las recordaba. Pero como iba a recordarlas si nunca había pisado una universidad hasta aquel día. 

Probablemente mis recuerdos sobre este lugar había sido creados por la infinidad de novelas que he devorado a lo largo de mi vida. Siempre he leído libros en los que la Universidad es el rincón especial del protagonista que parece que ha llegado al único sitio donde encaja realmente, que es la razón de su existencia y que todo ello le produce tanta satisfacción, que no recuerda siquiera que acaba de mudarse a una nueva y desconocida ciudad.


Las clases no podía haber ido peor. Me sentía completamente fuera de lugar, como si aquella aula inmensa llena de gente conversando entre sí, emocionada y revolucionada no hubiese hecho más que mirarme de forma extraña. Aunque en realidad si que lo había hecho.


Cuando por fin terminaron las clases, lo que menos me apetecía era encerrarme en la habitación de la residencia, donde seguramente tendría que compartir habitación con alguna chica pija, enloquecidamente obsesionada con su maquillaje, su físico y la fiesta de bienvenida a los nuevos estudiantes.Nunca fui una persona sociable. Más bien se podría decir que en ocasiones evitaba a toda costa tener que salir con un grupo mayor de tres personas. Me sentía agobiada y en ocasiones no compartía nada en común con nadie. Aunque siempre he tenido un par de personas a las que puedo considerar amigas de verdad, en general, soy bastante rarita. Así que decidí explorar sola por las calles de la ciudad. 


Era una ciudad universitaria. Aunque era pequeña, como descubrí con el paso de los días, tenía muchos bares donde los estudiantes pasaban gran parte de la tarde y la mayoría eran todos iguales: musica para desgarrar los oídos, ese aroma envolvente a fritanga que no eras capaz de desprender de la ropa, adolescentes chillones, mesas llenas de gente... ¿Es que la gente no sabe lo que es sentarse a leer un libro tranquilamente? Escuchar de fondo un clásico del rock o de música instrumental? Comerte un trocito de tarta o tomar apaciblemente un café?...No parecía que esta ciudad fuese para mí.

Pero cual fue mi sorpresa cuando en una calle no tan transitada encontré un librería con encanto. Las puertas eran de madera reciclada pintadas de un color chillón pero de aspecto desgastado. Al pasar el umbral de tan curioso lugar, mi sorpresa fue en aumento. De fondo sonaba una de mis melodías favoritas, L' intermezzo de Cavalliera Rusticana! Y un agradable aroma a café recién hecho inundó mi alma de tal manera, que en ese momento sentí que estaba en el lugar perfecto para mi. Unas pequeñas mesitas rusticas gobernadas por sillones de orejas y sillas dispares se distribuían por entre las distintas estanterías y un leve rumor de conversaciones llenaba el aire sin agobiarlo.

Me sentí feliz. Inmensamente feliz. Por fin un lugar en el que podría pasar mis tardes de estudio tomando un café, comprando libros en los que me sumergiría tardes enteras.

La dependienta que estaba más próxima a mi me deseo buenas tardes y me explicó que se trataba de una librería cafetería en la que en ocasiones invitaban a autores a firmar libros, hacían monólogos, charlas literarias y eventos para poder disfrutar del mundo de  la lectura desde una perspectiva diferente. Y pensé que me encontraba en la fábrica de los sueños, donde a partir de hoy, todos mis sueños se harían realidad.

Martasky


6 comentarios:

  1. Me encantan esos lugares, Tomate y yo encontramos una así también y volvimos día si y día también... nada como tomarte el café mientras lees un libro o tienes una charla con la melodía de fondo, en nuestro caso, música francesa la inmensa mayoría de las veces
    Besos!

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    1. Aqui en mi ciudad no hay ningún sitio así, o al menos yo aun no lo he descubierto, pero la verdad es que si que encontre sitios asi en mis viajes y me enamoraron.

      Muchas gracias por pasarte Pimiento! Un beso!

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  2. Muy bonito Marta, aunque lo de los bares con olor a fritanga de vez en cuando apetecen :P Biquiños!

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    1. Gracias!! Yo es que lo de los bares con olor a fritanga... ya tuvimos uno y quedé harta jajaja, pero bueno, para gustos colores :) Gracias por pasarte Mandarica! Un besin!

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  3. Precioso el relato Marta, me he sentido muy identificada con estas palabras, más de lo que imaginas. Al fin y al cabo, la chica del relato se parece bastante a mí misma en este momento de mi vida :)

    Un beso enorme, y no dejes de escribir!

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    1. Me alegro que te haya gustado y te hayas sentido identificada :) yo tambien tengo un poquito de esa chica que busca los rincones más ocultos de las ciudades para sentarse a leer un buen libro.

      Gracias por pasarte! Un besote y tu tampoco dejes de escribir porque lo haces genial!!

      :)

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